Quito.- ¿Provocaron los medios de comunicación occidentales y la hipocresía del gobierno el arresto de Julian Assange, o fueron sus malos modales?
El dramático final del asilo de Assange despertó la curiosidad sobre los siete años que pasó en el interior de la embajada de Ecuador en Londres, marcados por sus paseos nocturnos en patineta, el acoso físico a sus cuidadores y hasta la exhibición de sus propias heces sobre las paredes de la misión diplomática.
Esto habría puesto a prueba la paciencia de cualquier anfitrión. Pero para Ecuador, que se enorgullece de su hospitalidad y gastó cerca de un millón de dólares al año para proteger al activista australiano, esto es también un insulto nacional.
“Hemos quitado el asilo a este malcriado”, dijo el jueves presidente de Ecuador, Lenín Moreno, visiblemente nervioso, en un implacable discurso en el que explicó su decisión de retirar la protección a Assange y entregarlo a la policía británica. “De ahora en adelante tendremos mucho cuidado de dar asilo en el momento que sea, a darlo a gente que realmente valga la pena, y no a miserables hackers cuya única intención es desestabilizar gobiernos”.
Su predecesor en el cargo, Rafael Correa, quien concedió protección a Assange en 2012, dijo que aunque violó los términos de su asilo y era una carga para el país ” no por eso hay que entregarlo a los leones”.
Ecuador se convirtió en un refugio seguro para el fundador de WikiLeaks en 2012, cuando sus opciones legales para evitar la extradición a Suecia por un supuesto delito sexual se evaporaban en Gran Bretaña. Un día de junio de ese año, se trasladó a la embajada ubicada cerca de los lujosos grandes almacenes Harrods para lo que muchos pensaron que sería una corta estancia.
Sin embargo la pequeña legación diplomática, donde se transformó una pequeña oficina en habitación, pasó a ser su dirección permanente y muchos la compararon con una prisión de facto.
A medida que se alargaba su asilo, la relación con sus anfitriones se complicó y su comportamiento se volvió más errático. El personal diplomático se quejó de que patinaba por la noche, ponía música muy alta y se paseaba en ropa interior sin preocuparse por los demás en la pequeña misión.
Un alto cargo ecuatoriano describió su habituación como un “territorio soberano dentro de un territorio soberano” al que ningún trabajador del número 3 de Hans Crescent podía entrar. Pero el hedor tras pasar semanas sin ducharse y un problema dental derivado de la mala higiene eran molestias constantes, según el funcionario, que habló bajo condición de anonimato porque no estaba autorizado a comentar los detalles del comportamiento del australiano.
Entonces surgió el problema de las heces, que según las autoridades Assange esparció por las paredes de la embajada en al menos una ocasión en un desafío frontal que mostró su poca preocupación por sus anfitriones.
“No puedes llegar a un casa que te coja efecto, que te da de comer, que te cuida, y denunciar dueño de casa”, dijo Moreno el jueves entre aplausos en un acto en Quito.
A los pocos meses de asumir la presidencia en 2017, el gobierno de Moreno volvió a reprender a Assange por entrometerse en asuntos internacionales al mostrar su apoyo a los independentistas catalanes desde la embajada ecuatoriana.
Las relaciones empeoraron el año pasado cuando Ecuador aumentó las restricciones en el acceso a internet y le pidió que limpiase la suciedad generada por su gato James. Las reglas contemplaban que si no se limpiaba y alimentaba correctamente a la mascota, sería entregada a una institución.
Assange intentó desafiar las restricciones ante un tribunal ecuatoriano en vano.
Más recientemente, a medida que la disputa era cada vez más pública, comenzó a acosar física y verbalmente a sus cuidadores, acusándolos de ser espías de Estados Unidos que buscaban intercambiar información sobre WikiLeaks para conseguir un alivio de la deuda de Ecuador.
El canciller ecuatoriano, José Valencia, declaró que un audio grabado hace unos meses registró el momento en el que Assange amenazó al embajador, Jaime Merchán, con presionar una especie de botón del pánico que, según dijo, tendría consecuencias devastadoras para la embajada si era detenido. Aunque no quedó claro qué quería decir con su amenaza, las autoridades compartieron su preocupación con sus homólogos británicos y la redada del jueves se cuidó para evitar que el activista pudiese regresar a su habitación para ejecutar posibles planes de emergencia.
La gota que derramó el vaso para Moreno fue la decisión de WikiLeaks de publicar información sobre una supuesta cuenta bancaria en el extranjero controlada por su hermano. Además se filtraron fotografías personales de Moreno tumbado en la cama y de familiares bailando, lo que exacerbó su indignación.
Correa, sin embargo, criticó el “doble estándar” de parte de los medios de comunicación occidentales y los gobiernos que, según dijo, condenaron rápidamente a Julian Assange por publicar información confidencial sobre los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos.
En una entrevista con The Associated Press en Bruselas, Correa agregó que aunque Assange suministra la información, quien la publica son medios como The New York Times, The Guardian o El País. “¿Por qué no meten presos a los periodistas aquellos? ¿Por qué no meten presos a los dueños de esos diario?”, cuestionó.
Según Correa, si Assange hubiese sido un disidente chino exponiendo secretos rusos en lugar de enfrentarse a la detención y extradición “ahora mismo estaría recibiendo premios en Gran Bretaña y Estados Unidos”.