Washington.- En algún rincón de la burocracia del gobierno, había algo sobre Augusto Pinochet y su afición a la bebida.
El Archivo sobre Seguridad Nacional, que promueve la transparencia en el gobierno, había tratado por años de conseguir acceso a documentos de los servicios de inteligencia sobre el dictador chileno, los abusos de los derechos humanos bajo su gobierno y sus lazos con Estados Unidos. En el 2003, el gobierno desclasificó documentos que incluían datos biográficos de Pinochet preparados en 1975, dos años después de que tomase el poder. Partes de esa biografía habían sido eliminadas, “editadas” por razones de seguridad nacional. Al Archivo no le costó mucho comprobar que esos tramos decían que a Pinochet le gustaban el scotch y el pisco sour.
“La biografía fue publicada completa por el gobierno en 1999”, señala Tom Blanco, director del archivo. “Basta la objeción de una sola persona para que cambien algo”, acotó.
La censura de los documentos del gobierno no es nada nuevo, pero desde que el fiscal especial Robert Mueller entregó el mes pasado su informe sobre presuntos vínculos entre funcionarios rusos y la campaña presidencial de Donald Trump, la palabra “edición” se puso de moda, junto con “colusión” y “obstrucción”. El anuncio del secretario de justicia William Barr de que daría a conocer una versión “editada” del informe de Mueller, que se espera sea difundida el jueves, seguramente dará lugar a un largo debate acerca de lo que quedó afuera.
Barr dijo que dejaría afuera fuentes con información secreta y cualquier cosa que comprometa la privacidad de personas que no están siendo investigadas. En el pasado, sin embargo, el gobierno dejó afuera tanto detalles delicados como datos secundarios totalmente inocuos.
“Consideramos que hay secretos reales, cosas de sentido común, como los nombres de personas en el terreno que pueden se asesinadas o información específica sobre las armas de un sistema”, expresó Blanton. “Pero se abusa de la edición”.
David Cole, director de asuntos legales de la Unión de Libertades Civiles, dice que todo funcionario de gobierno que haya tenido acceso a información confidencial dirá lo mismo: Ya sea con Bill Clinton, George W. Bush o Barack Obama, se exagera el uso del término información confidencial.
“Esto responde en parte a que… si cometes un error y revelas algo que no deberías haber revelado, ese error se hace público”, explicó Cole. “Si decides mantener en secreto algo que no necesitaba permanecer en secreto, es un error en privado”.
La tendencia a mantener información en secreto es un viejo reflejo del país. El mismo gobierno estadounidense fue creado a puertas, y ventanas, cerradas. Los patriotas que redactaron la constitución se reunieron en la asamblea legislativa de Pensilvania de mayo a septiembre en 1787 y, deseosos de poder hablar libremente, mantuvieron puertas y ventanas cerradas –en una era sin acondicionadores de aire– incluso en los días más calurosos. No hubo transcripciones oficiales y mucho de lo que se sabe hoy responde a apuntes (editados) de James Madison, que se conocieron recién en 1936, después de su muerte y la de los otros delegados.
“Creo que son bastante confiables”, expresó el historiador Gordon Wood en alusión a los apuntes. “Pero pueden reflejar solo una parte de lo que se dijo en la convención”.
El inicio de la Guerra Fría representó el comienzo de una nueva era.
“En 1947, con la creación de la CIA y del Consejo de Seguridad Nacional, se producían miles de millones de documentos con miles de millones de secretos”, señaló Tim Weiner, autor de “Legacy of Ashes: The History of the CIA” (Un legado de cenizas: La historia de la CIA). “Y la maquinaria productora de secretos era mucho más fuerte que la capacidad de exigir un gobierno transparente”.
Por años, el público en general tuvo pocas formas de reclamar documentos y poco se supo acerca de lo que no contenían.
Recién en 1966 se sancionó una Ley de Libertad de Información y solo en la década del 70 se generalizó la demanda de documentos, tras la circulación de grandes revelaciones: Los Archivos del Pentágono (Pentagono Papers) detallaron grandes engaños relacionados con la Guerra de Vietnam; el escándalo de Watergate que obligó a renunciar al presidente Richard Nixon; el Comité Church del Senado de 1975-76 que confirmó versiones de que el gobierno había apoyado los asesinatos de líderes de otros países.
Desde entonces, llueven los pedidos de información clasificada, pero hay millones de documentos que siguen siendo secretos. Los organismos de seguridad se esforzaron por no revelar incluso información bastante irrelevante y en el 2014 editó comentarios sobre la Crisis de los Misiles Cubanos hechos por el líder soviético Nikita Jrushchev 50 años antes… en un discurso público.
También se eliminó partes del archivo de Marilyn Monroe sobre sus supuestas simpatías comunistas hasta el 2012, 50 años después de su muerte y más de 20 años después del fin de la Guerra Fría.
A veces se censura la historia. Daniel Ellsberg, ex analista del departamento de defensa famoso por filtrar los Archivos del Pentágono, recuerda lo que costó conseguir que esos documentos fuesen difundidos al público. Pasaron décadas antes de que se hiciese eso, y cuando finalmente fueron difundidos, Ellsberg notó que una de las secciones eliminadas inicialmente lidiaba con la Masacre de Haiphong de 1946.
“Los franceses atacaron Haiphong y mataron a 6.000 personas”, dijo Ellsberg. “Se dejó afuera toda esa parte. El gobierno no quería que la gente supiese que un gobierno aliado quería conquistar y colonizar Vietnam”.