Niteroi.- Paul Fernando Schreiner da vueltas por una habituación poco amueblada, matando a los mosquitos que se posan en sus brazos y su cuello mientras se pregunta si hoy será un día distinto a los demás.
El aire pesado y denso de Niteroi, una ciudad separada de Río de Janeiro por la bahía, se hace insoportable, muy distinto al calor seco de Phoenix, donde Schreiner, de 36 años, vivía hasta que fue deportado por Estados Unidos el año pasado.
Las conversaciones son algo inusual para Schreiner ya que no habla portugués y pocas personas allí hablan otro idioma que no sea ese. Pero no se trata solo del idioma: la comida e incluso los deportes que siguen los brasileños _ a él le gusta más el fútbol americano que el fútbol _ no encajan con sus gustos. En su cabeza, cada día es una lucha contra el aburrimiento, la soledad y la desesperación.
“Soy de todo menos brasileño”, dijo Schreiner, que fue adoptado en el país por una familia estadounidense hace tres décadas. “Soy estadounidense”.
El gobierno de Estados Unidos discrepa, poniendo de manifiesto la postura cada vez más conservadora que está adoptando el gobierno de Donald Trump hacia los residentes legales a los que considera deportables.
Las autoridades migratorias estadounidenses se esforzaron tanto para expulsar a Schreiner que podrían haber violado la ley brasileña imposibilitándole que pueda ejercer su supuesta nacionalidad brasileña.
“No debería tener que sufrir una segunda vez”, señaló su madre, Rosanna Schreiner, entre lágrimas en su casa en las afueras de Seward, Nebraska.
Schreiner nunca obtuvo la ciudadanía pero vivió en Estados Unidos como estadounidense durante 30 años. Fue adoptado legalmente a los 5 años, tenía un certificado de nacimiento de Nebraska, un número de la Seguridad Social y pagaba impuestos.
Grupos de adopción estadounidenses estiman que entre 35.000 y 75.000 personas en Estados Unidos podrían estar actualmente en esa situación, con muchos de ellos creyendo, de forma incorrecta, que ya son ciudadanos. La Ley de Ciudadanía Infantil de 2000, firmada por el expresidente Bill Clinton, mejoró el proceso otorgando automáticamente la ciudadanía a los menores adoptados en el extranjero. Con una excepción: los que ya estaban en el país solo podían beneficiarse si tenían menos de 18 años. Como sobrepasaba el límite en seis semanas, Schreiner no quedó bajo el amparo de la norma.
Solicitar la ciudadanía en base a la idoneidad como titular de la tarjeta de residencia permanente para inmigrantes, o “green card”, también estaba descartado: a los 21 años, Schreiner fue condenado por corrupción de menores por tener sexo con una menor de 14 años.
Tras casi ocho años en prisión en Nebraska, Schreiner recompuso su vida. Se mudó a Arizona e inició negocios de limpieza de piscinas y carpintería.
“Estaba trabajando, aclimatándose a la vida tras la cárcel”, dijo Jason Young, pastor de un iglesia bautista Heritage en un suburbio de Phoenix con quien Schreiner había desarrollado una relación cercana.
DETENCIÓN
Entonces, a las 05:00 de la madrugada del 23 de octubre de 2017, agentes rodearon su camioneta cuando salía para trabajar.
Schreiner no se sorprendió del todo. Poco después de que comenzaran sus problemas legales, en 2004 recibió una notificación sobre una orden de deportación en su contra. Pero eso no siempre implicaba la expulsión del país durante los gobiernos de los expresidentes George Bush y Barack Obama.
Schreiner también tenía el respaldo de Brasil.
“La posición oficial del gobierno de Brasil, declarada en la Ley de la Infancia y la Juventud, es que una adopción es un acto irrevocable, que confiere al menor adoptado los mismos derechos que a los que viven con sus padres biológicos”, escribió Alexandre Addor Neto, entonces cónsul general de Brasil en Chicago, al Departamento de Seguridad Nacional en 2004 en respuesta a una petición de Estados Unidos a Brasil para que emitiese la documentación de viaje pertinente para la deportación de Schreiner.
En 2017, las autoridades brasileñas volvieron a negar la petición del gobierno estadounidense para la documentación que permitiese su expulsión.
“DELINCUENTE BUSCADO”
Sin embargo, el 12 de junio de 2018, Schreiner se despertó en detención y le dijeron que iba a ser deportado.
“Brasil es un gobierno corrupto y te dejarán entrar”, dijo Schreiner que le dijo un agente acerca del hecho de que no tuviese pasaporte.
En un comunicado, el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés) dijo que Schreiner había sido deportado y rechazó realizar más comentarios.
Con grilletes y acompañado por dos agentes, Schreiner contó que viajó en un vuelo comercial desde Phoenix a Nueva York, donde responsables de American Airlines no querían dejarlo embarcar hacia Río de Janeiro.
La única documentación que tenían los agentes del ICE sobre Schreiner era un “certificado de nacionalidad” emitido por el consulado brasileño en Los Ángeles que solo incluía un nombre, “Fernando”, y la fecha de nacimiento arbitraria que se le asignó tras su adopción.
Según su relato, los agentes dijeron que era “’Un delincuente buscado en Brasil’” y los empleados de la aerolínea cedieron y le dejaron subir al avión.
Una vez en Río de Janeiro, se repitieron las preguntas.
Durante varias horas, Schreiner dijo que agentes estadounidenses y policías federales brasileños discutieron sobre si permitir su entrada al país. Luego de una serie de llamados telefónicos y acaloradas conversaciones, Schreiner fue llevado a la puerta del aeropuerto. Le sacaron los grilletes y los agentes se fueron.
La policía federal no respondió a las múltiples solicitudes de The Associated Press para realizar comentarios. En un comunicado, el Ministerio de Exteriores brasileño dijo solo que el consulado de Los Ángeles fue “instruido para confirmar formalmente, ante las autoridades estadounidenses, la nacionalidad brasileña del sr. Schreiner, quien tenía una orden de deportación definitiva en su contra”.
FUTURO INCIERTO
Casi un año después de su deportación, Schreiner sigue en el limbo.
No ha sido capaz de obtener su certificado de nacimiento brasileño, ni la cédula de identidad o el número de identificación fiscal que necesita para trabajar.
Haber llegado al país por la puerta de atrás con un certificado de ciudadanía que se refiere a él solo como “Fernando” ha sido un obstáculo en el registro civil. Otro es que no hay una partida original de nacimiento, algo habitual entre adoptados y otras personas pobres en el país.
Schreiner dijo que su esperanza, si logra conseguir un pasaporte brasileño alguna vez, es intentar emigrar a Canadá, donde habla el idioma y estaría más cerca de su familia.
“La deportación es para migrantes en situación irregular”, señaló Schreiner. “Yo no pedí ir a Estados Unidos y no crucé una frontera”.