Milán.- Con la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 había un optimismo que dejaba pensar que todos los muros que dividían al mundo se derrumbarían poco a poco.
No era una falsa esperanza, pues la caída del muro de Berlín como símbolo más famoso de la llamada Cortina de Hierro que dividía política e ideológicamente a Europa Occidental (capitalista) con Europa Oriental (comunista), había ocasionado que esa frontera también se viniera abajo.
Los odios y rencores tras la Segunda Guerra Mundial parecía que finalmente podían quedar atrás y Europa comenzó rápidamente a vivir nuevos cambios.
El 1 de julio de 1991 se formalizó en Praga la disolución del llamado Pacto de Varsovia, que poco a poco había perdido a sus adherentes: Albania, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, la República Democrática Alemana, Rumania y la Unión Soviética.
Algunos meses más tarde, en febrero de 1992, se firmó el tratado de Maastricht, con lo que comenzó a configurarse lo que actualmente es la Unión Europea, y donde uno de los cambios inmediatos con su instauración fue la libre circulación de los ciudadanos dentro de los países miembros (actualmente 28).
En 1992, el politólogo estadunidense Francis Fukuyama escribió el famoso libro El fin de la historia y el último hombre, en el que afirmaba que superada la Guerra Fría el mundo viviría en una “democracia liberal”.
Sin embargo, la historia no acabó ahí y tampoco la geografía, pues la realidad fue que con la caída de la Cortina de Hierro en el mundo se contaban 15 muros, pero hoy, por las diferentes guerras y conflictos que han aumentado los fenómenos migratorios, han hecho que las fronteras se llenen de muros y no sólo de concreto o de alambre de púas, sino tecnológicos con videocámaras y drones que vigilan todos los límites geográficos.
México y Estados Unidos quizá compartan la frontera más grande al mundo donde Donald Trump busca poner un muro en sus más de tres mil kilómetros, pero no es la única. Está el caso del Sahara Occidental, que cuenta con un muro de más de dos mil 720 kilómetros, que empezó a ser construido en 1980 por Marruecos para impedir acciones militares para proteger riquezas pesqueras y los yacimientos de fosfato con los cuales cuentan.
Entre India y Bangladesh hay otro muro con consecuencias fatales. Las cifras más conservadoras dicen que al menos cada año mueren mil personas que intentan pasar ilegalmente. Pero lo mismo pasa entre Botswana e Zimbabue, Italia y Eslovenia, Hungría y Croacia, Israel y Palestina y obviamente en el Mediterráneo, donde se alza un muro de agua.
También Grecia inauguró en 2012 un muro para frenar la inmigración, de sólo 12 km en la unión al territorio turco, ya que los otros 194 km están divididos por el río Evros. A raíz de esto, Bulgaria empezó a tener la llegada de migrantes y refugiados, a lo que las autoridades decidieron levantar unos 33 km de valla con tres metros de altura en la frontera con Turquía.
Elisabeth Vallet, docente de Geografía en la Universidad de Quebec, Canadá, es quien dirigió, hasta ahora, el estudio más profundo sobre la multiplicación de los muros, las razones por las que se han construido y su eficacia.
Es ella quien afirma que en la actualidad hay 70 muros fronterizos y todavía siete en construcción, pero no todos tienen la misma finalidad.
La mayoría se encuentra entre países vecinos con diferencias políticas, económicas, sociales o por la crisis que genera la migración por su tránsito de un lado a otro, donde los líderes pretenden frenar este tipo de problemas de manera radical con los levantamientos de fortalezas”.
Señala que en Sudamérica, por ejemplo, hay muros para dividir las clases sociales o barrios, como en Brasil, donde una estructura de 11 kilómetros fue colocada en el sur de Río de Janeiro también se alegó que era para detener la deforestación de los bosques atlánticos que cubrían los cerros cariocas y que con el crecimiento de las favelas están en peligro de desaparición.
Por otro lado, en Lima, Perú, está el llamado “muro de la vergüenza”, tiene 10 km de largo y separa una de las urbanizaciones más ricas de la ciudad de una de las zonas más pobres.
El estudio de Vallet fue citado por Trump para justificar el hecho de que quiera completar el muro entre México y Estados Unidos. “En todo el mundo se alzan muros, no veo por qué yo no pueda hacerlo”.
Los muros representan una fractura importante entre ricos y pobres, una fractura norte-sur. Un muro cuesta muy caro para las finanzas públicas y si todo el dinero fuera invertido en misiones de paz o, por ejemplo, para atender los cambios climáticos que generan inseguridad alimentaria y migraciones, se podría modificar el curso de la historia”.