Los priistas volvieron a las mismas y validaron la cargada para imponer como su dirigente nacional al ex gobernador de Campeche Alejandro Moreno Cárdenas, mejor conocido como ‘Alito’ por su alias. Sin duda un líder ad hoc a los tiempos de crisis y de extinción que vive el PRI.
Por ello en manos de Moreno, lo ven como un partido de la continuidad y a corto plazo, como satélite de Morena.
‘Alito’ es la extensión en el mandato de Enrique Peña Nieto, y la expresión de fuerza del grupo Atlacomulco , por ello no son poco los que auguran que bajo su conducción, su gestión será para extender el acta de defunción al PRI; luego que perdió ideología, bases pero sobre todo confianza dentro y fuera.
‘La elección’ interna celebrada éste domingo, exhibió que el PRI, jamás aprendió a ser democrático.
Ya que entre los mismos, imperó el acarreo, la simulación, la compra de votos, la amenaza y la consigna de votar por Alejandro Moreno, a quien se había ‘electo’ mucho antes de iniciar el proceso interno.
Con el dedo aún influyente de Enrique Peña Nieto y el aval de los 12 gobernadores priistas que aún le sobreviven.
Con una pobre votación, pero abundantes quejas sobre irregularidades, así se realizó la elección que solo fue para disfrazar el dedazo que ex candidatos en la interna, denunciaron sin rubor, José Narro y luego, Ivonne Ortega, quien fue más allá, al acusar a Alejandro Moreno por ser candidato de Enrique Peña Nieto y del mismo, Andrés Manuel López Obrador, éste último habría sugerido a gobernadores, que apoyaran a Alito.
Con todo ese sospechosismo sobre las espaldas Alejandro Moreno y Carolina Viggiano, llegan incómodos, débiles a la dirigencia con rechazo de no pocos priistas, pero sobre todo con una tremenda crisis de identidad y de imagen que sufre el PRI.
La certeza es que Alito es producto del dedazo, de una farsa de elección que costó 80 mdp; lo trágico es que se tiró tanto dinero tirado para elegir a un líder espurio.