La propaganda, que desde hace meses ha realizado el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, sobre una conspiración para derrocar al gobierno, tiene tras bambalinas un plan electorero, como también ha montado en esa filosa espada, su estrategia de confrontación con diversos sectores políticos y sociales y peligrosamente al interior de las fuerzas armadas.
No es fortuito que uno de los principales alteregos de su gobierno, el mediocre gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García, sea uno de los que haga eco de esta singular ‘victimización teatral’, al asegurar que seis gobernadores-que es un defensa pírrica- defenderían el gobierno gris de Obrador.
Cómo es su costumbre, López Obrador, siempre busca temas o cobra venganza contra enemigos políticos, para distraer la atención, máxime en la coyuntura actual, donde el fallido operativo para capturar a narco Ovidio Guzmán, lo dejó ‘sin bolas’ ante la opinión pública . Lo peor fue que por librarse de la culpa, de ese fracaso, incurrió en actos de deslealtad y satanización en contra del Ejército y la Marina, lo que provocó un justificado enojo en las filas de esas instituciones.
Lo peligroso es que detrás de este plan avieso, de confrontación y división existe un propósito de manipulación electoral, para ganar respaldo, por que se pinta víctima de una conspiración en su contra.
Usar la imaginaria de Golpe de Estado, implica un riesgo para el mismo Presidente, quien sabe que está perdiendo popularidad,- aunque sus encuestas a modo se pinte lo contrario- Y con ese riesgoso plan, busca reconquistar los apoyos que está perdiendo, aunque en las condiciones actuales de crisis e incertidumbre económica, política y social, prenden la hoguera a un escenario social crítico y de rumbo imprevisible.
En la historia del país, existen antecedentes de golpe de estado; como el intento que se fraguó en 1871, cuando los generales Miguel Negrete, Aureliano Rivera y Jesús Toledo, intentaron derrocar a Benito Juárez, sublevación que fue conjurada en unas horas,
El único golpe de Estado consumado en el país, fue el ocurrido con la decena trágica, del 9 al 19 de febrero de 1913, cuando Victoriano Huerta, derrocó a Francisco I Madero, para quedarse con la Presidencia.
Escenarios aquellos, muy diferentes, a los actuales, porque sería impensable en sea el presidente Obrador quien esté dispuesto a llegar al ‘haraquiri’, en su afán por victimizarse con esta propaganda conspiradora.
Cierto, su gobierno es errático, inoperante y el país ha sido manejado con una imprudencia grave, al atizar la división, desde la Presidencia.
Pero aquí, el único ‘golpe de estado’ que se ve tras bambalinas es el orquestado por el mismo Presidente, para asegurar la permanencia de su proyecto más allá de su gobierno.
Es un ardid muy parecido al que utilizó Hugo Chávez en Venezuela para consolidarse en su ‘neototalitarismo’, sólo que allá. Siempre propaló que el golpe de estado en su contra, sería orquestado por Estados Unidos.
Bajo esa lupa, el gobierno de López Obrador, al propalar esa versión de Golpe de estado, sólo está jugando , -cómo se dice en el rancho-, con arma cargada. Ojalá, por el bien de México, que ‘el tiro no le salga por la culata…’ Aunque es bien sabido que la ambición de poder de un político,-cómo lo ha demostrado Obrador- es una mala hierba que sólo crece en el solar de una mente vacía…
