Luego que el presidente Andrés Manuel López Obrador, se arroga el monopolio para la violación de las leyes, el mazacote llamado Plan B que consiste en reformas a seis leyes electorales, que dan consistencia y han permitido al INE ubicarse como un órgano, autónomo y respetado. Ahora estaría al garete, con permisividad para que el gobierno federal meta groseramente las manos en el resultado de las elecciones.
El pretendido Plan B que ha recibido un alud de controversias ante la Suprema Corte de Justicia y tachas, por su inconsistencia, se exhibe como un documento que tiene implícito un afán vengativo y perverso de la presidencia.
Pero sobre todo, propios y extraños ven entre líneas el exacerbado temor que tiene el Presidente, de perder la sucesión en el 2024.
Sobre todo, porque en los últimos meses sus corcholatas, van en caída libre en las encuestas y de organizarse la oposición con un buen candidato común acabarían mandando a su rancho al presidente, con todo y su proyecto.
Lorenzo Córdova, quien hasta el 4 de abril estaría al frente del INE sin ser pitoniso lo sentenció.
‘El Plan B, se va a caer porque viola los más elementales preceptos constitucionales’.
Luego que hace nueve años se realizó la más reciente reforma a las leyes electorales. Aquellas si, para reforzar su autonomía y dar más vialidad a la democracia, tanto que se han celebrado de entonces a la fecha, 335 elecciones, sin que hubiese un solo conflicto post electoral.
Ahora la pretensión es arbitrariamente achicar al quitarle seis mil plazas y someter el instituto. Elegir a consejeros peleles y afines al gobierno y hacer del INE una dependencia supeditada al capricho del gobierno.
Bajo esas condiciones, existe toda la confianza apoyada en la manifestación mayoritaria de rechazo a esa reforma que la Suprema Corte de Justicia la echará abajo, como lo ha hecho con muchas otras leyes que manda la Cuatro T, por estar elaboradas a capricho y con los fines insanos de afianzar un gobierno propagandístico, que no tiene pies, ni cabeza.
Qué pretende con reformas como el Plan B, atizar la división y el desencanto, pero sin poder ocultar que el gobierno está aterrorizado con la posibilidad de perder el poder, sobre todo porque en estos pocos años, la gente se dió cuenta que ha revivido al viejo PRI, pero ahora no lo quiere padecer por más de ochenta años.