Han transcurrido 52 días desde que Claudia Sheinbaum asumió la presidencia de México, marcando un hito al ser la primera mujer en ocupar este cargo.
Sin embargo, en el seno de Morena, corre el sentir de que «la mano que mece la cuna» opera desde Palenque, Chiapas. Este murmullo se ha convertido en un secreto a voces, alimentando un ambiente de incertidumbre y cuestionamientos sobre el rumbo de su gobierno y del país.
La presidenta no ha logrado dar un golpe de autoridad que consolide su liderazgo, y esto ha generado dudas en torno al futuro del llamado “segundo piso de la transformación”, que parece mantenerse más por «línea» obradorista.
El legado de reformas y caprichos heredados de Andrés Manuel López Obrador ha configurado un maximato evidente y descarado.
Prueba de ello es la inclusión de 27 de los 56 funcionarios clave de su gabinete, quienes responden directamente al obradorismo, consolidando así un poder tras el trono que no oculta su influencia.
En este contexto, Sheinbaum enfrenta más fricciones internas dentro de Morena que ataques desde la oposición.
Las imposiciones desde Palenque, como la permanencia de Rosario Piedra al frente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), fue operada por el impresentable. senador Adán Augusto López, evidencian las presiones ejercidas desde la sombra.
Adán Augusto, descarado operador de AMLO es señalado por emplear acciones turbias para inflar mayorías legislativas y «disciplinar» a legisladores de otros partidos en favor de la cuestionada reforma judicial impulsada por López Obrador.
Por otro lado, figuras como Andy López Beltrán, hijo del expresidente, el fufi y Ricardo Monreal, Gerardo Fernández Noroña se perfilan como piezas que orbitan alrededor del poder con fines inconfesables.
Cada uno, desde su trinchera, asume un rol protagónico al considerarse artífices del triunfo electoral que llevó a Sheinbaum a la presidencia.
La mandataria, mientras tanto, navega en aguas infestadas de tiburones, luchando por mantener el control mientras enfrenta las secuelas de un país dividido, endeudado y sumido en la violencia. Extensas zonas del territorio nacional permanecen bajo el dominio del crimen, y algunos de los funcionarios que acompañan a la 4T cargan con graves señalamientos por sus presuntos vínculos con la delincuencia.
A esto se suma la incertidumbre generada por la enorme deuda pública y una reforma judicial que ha despertado críticas tanto nacionales como internacionales.
El reto de Sheinbaum no es menor: debe consolidarse como presidenta y mostrar liderazgo frente a una herencia que muchos consideran un lastre.
A menos de dos meses que inició su mandato, la pregunta sigue latente: ¿logrará Claudia Sheinbaum establecer su propio proyecto político? Por ahora, su figura se percibe débil, y su liderazgo, difuso.
El poder, dicen, no se comparte, y eso es algo que Sheinbaum tendrá que aprender pronto si aspira a mantener a flote no solo a su gobierno, sino también al país.