A una semana del estallido del conflicto en la Benemérita y Centenaria Escuela Normal del Estado (BECENE), el plantón fue levantado. Se liberó la vialidad de Nicolás Zapata y se restableció el acceso al plantel. Pero esto no significa que el conflicto esté resuelto. Lo que ahora sigue es una etapa de exigencia y vigilancia, en la que la comunidad educativa espera que el gobierno de Ricardo Gallardo cumpla, puntualmente, los acuerdos firmados con la Sección 52 del SNTE.
Porque no fue una semana menor. Lo que comenzó como una inconformidad gremial por la imposición del nuevo director, el doctor Manuel Guel Rodríguez, se convirtió en un episodio que exhibió —con crudeza— la forma en que el Sistema Educativo Estatal Regular (SEER) opera bajo una lógica más política que académica, y cómo el gobierno estatal sigue confundiendo autoridad con autoritarismo.
La figura de Martín Rodríguez Ramírez, titular del SEER, quedó severamente desgastada. La imposición sin diálogo ni consenso de Guel Rodríguez no fue un error táctico, fue una provocación institucional. Y la respuesta no fue menor: la Sección 52 del SNTE no sólo resistió, sino que movilizó una red de respaldo que incluyó a la Sección 26, a la FEDESSP, exdirectores de la BECENE, estudiantes y docentes de distintos municipios.
Esa cohesión no se compra ni se impone: se construye con legitimidad. Elizabeth Bibiana Guerrero Milán, lideresa de la Sección 52, demostró temple y dirección en medio de una tormenta institucional. El gobierno, en cambio, reaccionó tarde, mal y con su ya conocida estrategia de guerra sucia en redes sociales, que lejos de debilitar, terminó reafirmando liderazgos.
La salida del conflicto —con una minuta de acuerdos y mesas de trabajo pactadas a partir del 1 de julio— es un paso necesario, pero el verdadero examen empieza ahora: ¿Cumplirá el gobierno lo firmado? ¿El SEER acatará los acuerdos o buscará reacomodar la imposición con otro nombre?
La Sección 52 ha dejado claro que no hay cheques en blanco. El plantón se levantó, pero la vigilancia será permanente. Cada punto de la minuta será evaluado con lupa, y si hay simulación o incumplimiento, la movilización podría regresar con mayor fuerza.
Porque, no hay que olvidarlo, la BECENE no es una escuela cualquiera. Es un símbolo de la educación pública, de la formación de generaciones de docentes con vocación. Tratarla como una pieza de negociación política es no entender su historia ni su valor.
El conflicto exhibió también la fragilidad del sistema educativo estatal, donde lo académico ha quedado subordinado a cuotas de poder. Si el Gobierno del Estado y el SEER no corrigen el rumbo, no sólo perderán legitimidad, también profundizarán una crisis que ya tocó fondo.
Hoy no se celebra una victoria. Se inicia una etapa de exigencia. Y la historia, como siempre, será implacable con quienes prometen y no cumplen.





